Cuando nos negamos a sí mismo echamos por tierra los planes que el demonio ha preparado para nosotros y nos abrimos a otra realidad de gozo en el espíritu.
'Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz cada día, y sígame' (Lucas 9:23).
Cuando nuestra vida está llena de dificultades, pasamos por momentos difíciles de desesperación, es fácil levantar los ojos hacia Dios y suplicar. Así hizo Bartimeo: "Jesús Hijo de David, ten piedad de mi" y Jesús que pasaba por allí le oyó y tuvo un encuentro con él, le concedió la vista y Bartimeo se convirtió y alabando a Dios le seguía por el camino. Eso mismo está pasando aquí y ahora, este tiempo que nos toca vivir es el nuestro y Jesucristo que ha trascendido el tiempo, cuando ante cualquier dificultad clamamos a Él, nos oye igualmente y nos libra de todo pesar ya que sana, salva y libera.
Esto es lo normal pero hay veces que en vez de acudir suplicantes hacemos lo contrario y es con altanería culpamos a Dios de nuestras desgracias, bien sea por una muerte repentina o por otra desgracia; en este caso se ve con claridad la mano del demonio levantando barreras y aquí el negarse a sí mismo pasa por aceptar la voluntad de Dios. Obra del diablo es también cuando nos culpamos a nosotros mismos por pecados reiterados de los que no sabemos salir y en vez de acudir a Jesucristo y poner ese defecto en sus manos, nos culpamos una y otra vez y no nos damos cuenta como esa culpabilidad se va abriendo paso a una obsesión diabólica que a su vez produce una depresión con deseos de suicidio. Para que vayamos entendiendo como trabaja el diablo, el está a la expectativa y en el momento oportuno te empuja para que tu desgracia se acreciente y si puede hundirte definitivamente mucho mejor.
Es mas difícil detectar cuando de lo que tenemos que negarnos corre a favor de nuestro ego o de nuestros deseos, así en la relaciones amorosas entre personas negarse a sí mismo es discernir el amor del sexo, aceptar el amor y rechazar el sexo. Lo que pertenece a Dios es la castidad y de lo que se sirve el diablo para separarnos de la persona que amamos es a través o consecuencia del sexo. Si bien el hacer uso del sexo para perpetuar la especie sería correcto, otro uso diferente puede llevarte a la lujuria, onanismo, pedofilia, etc. y el demonio ahí sigue haciéndote proposiciones de infidelidad, hastío, adulterio, etc. y otras consecuencias como niños no deseados incluso aborto. Nada justifica que un ser venga a este mundo con problemas psicológicos por tratarse de un hijo no deseado y menos aun acabar con su vida. Negarse a sí mismo es aceptar la vida y rechazar el aborto.
Si estamos atentos a lo que nos acontece tanto interior como exteriormente podremos actuar en el origen para que la negación no sea traumática, así siendo conscientes si observamos una inclinación de tipo sexual hacia niños que no es mas que una insinuación demoníaca, con un Padrenuestro el demonio se da cuenta de que ha sido sorprendido y huye como cobarde que es y no se pasa a mayores pero si alimentamos esta mala inclinación con material pornográfico, pedófilo, etc. con sueños eróticos que el demonio produce; el siguiente paso es correr con alguna experiencia real y lo que al principio era una inclinación se convierte en pederastia pura y dura. Toda aberración de tipo sexual es obra del mismísimo diablo, sin ninguna duda y la pederastia en clérigos de la iglesia con mas razón todavía donde además como en el caso de niños no deseados, se producen victimas y el afirmar por parte de altos representantes del clero que no comprenden porqué son atacados por los medios si hemos pedido perdón y hemos acordado con las víctimas la indemnización queriendo evitar la acción de la justicia, no deja de ser un acto diabólico.
El mundo también nos da la oportunidad de seguir negándonos así mismo con todas esas cosas que nos ofrece y que nos hace perder la paz, bien por exceso de trabajo, por compras inadecuadas, por dependencias de drogas ya sea licor, tabaco, u otras sustancias, también por ludopatías y obsesiones por comprar sin control. Cristo en nuestro corazón, nos libera de toda cadena, a Él el honor, la alabanza y la gloria.